Hace un par de años, alguien dijo que Duke tenía una enfermedad que era muy contagiosa y que nadie debía acercarse a él.
Alguien encadenó al cachorro de 10 meses a un remolque destartalado.
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Y luego no había nadie.
Durante 10 días insoportables, Duke se acurrucó bajo un remolque destartalado en las afueras de un pueblo búlgaro, bajo la más cruel clase de cuarentena.
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Pero una mujer que vivía en el pueblo solo vio sufrimiento. Llamó a Rudozem Street Dog Rescue , una organización benéfica registrada en Bulgaria que trabaja con animales necesitados.
Cuando el cofundador del grupo, Tony Rowles, llegó, encontró un perro cubierto de moscas, rodeado de sus propias heces y, comprensiblemente, aterrorizado.
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“Estaba muy asustado”, cuenta Rowles a The Dodo. “Había un hedor a amoníaco. No podía moverse a ningún lado. Era totalmente abrumador”.
Sin embargo, el Duque besó la primera mano que le ofrecieron.
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Resultó que lo único contagioso del perro era su encanto apacible, aunque durante unas semanas sintió un gran miedo a los hombres.
“Al principio, se portó bien cuando me acerqué a él, pero se notaba el miedo en la forma en que se movía y en la forma en que se alejaba durante las primeras semanas”, afirma Rowles. “Realmente se encariñó con mi esposa, Diane. La amaba”.
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El veterinario que los examinó llegó a una conclusión inquietante: alguien le había infligido esto a Duke.
“Fue un verdadero shock cuando el veterinario dijo que se trataba de un traumatismo en sus pies”, dice Rowles. “Era evidente que estaban rotos. Sus pies estaban destrozados. Los ligamentos de sus pies eran inexistentes. Los huesos simplemente flotaban en sus pies”.
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Por supuesto, Duke también estaba desnutrido y la pesada cadena que lo ataba también le había dañado la garganta, lo que le provocó una tos aguda.
Luego le hicieron una operación, otra operación y le pusieron férulas. Además, le dieron el tipo de comida adecuado y lo rodearon las personas adecuadas.
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“Llegó un momento en el que dijimos: ‘¿Sabes? Ahora podría ser adoptado'”, explica Rowles.
El grupo ha encontrado hogares para más de 1.000 perros desde que comenzaron a trabajar en Bulgaria hace ocho años, enviándolos a lugares como los Países Bajos, Alemania, Francia, Bélgica y los EE. UU.
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El duque lanzaría un hechizo que llegaría hasta Inglaterra, donde una mujer llamada Diana Romaine decidió adoptarlo.
“Fue una despedida llena de lágrimas”, recuerda Rowles.
Y, en Inglaterra, un saludo aún más emotivo.
Dos años después, el perro que alguien una vez decretó intocable ha tocado un rastro de corazones hasta esa isla lejana.
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